The Hooten Hallers, el alma en cada canción.

Desde Columbia, ciudad del estado de Missouri, vienen The Hooten Hallers, camorristas del medio oeste americano que vienen a dar mucha guerra, pero guerra de la buena, de la que incendia garitos con sus bestiales tonadas destilando aroma a bourbon, ritmo aplastante y guitarras pantanosas. Te podrían engañar a primera vista, base de blues académico con el aire influenciado por sonidos propios del honky tonk, pero rascando muy poquito te das cuenta que todo eso es superfluo. Son auténticos rockers que elevan su blues a límites insospechados, dejándose la piel y el alma en cada canción, crudeza y salvajismo a partes iguales para engancharte y dejarte patidifuso.

Las bases del grupo se empiezan a gestar cuando el guitarrista y cantante John Randall y el batería Andy Rehm se conocen en la secundaria, aunque no sería hasta 2006 cuando volverían a reconectar. Tras un año se uniría Paul Weber (tuba, armónica) debutando el trío estridente como The Hooten Hallers en un festival del día de San Patricio de 2007. Hasta 2011 tocan todo lo que pueden en tugurios de distinto tipo pero siempre cercanos a su lugar de residencia. A partir de ese año y con la ayuda de la agencia City Bucket comienzan una gira que les llevaría a lo largo y ancho del territorio estadounidense, permaneciendo desde entonces casi a tiempo completo en la carretera.

Después de algún bootleg en vivo y radio, se lanzan con su primer larga duración en 2008 “We Have Friends”, al que seguiría en 2009 “The Epic Battle Of Good And Evil”. Durante 2010 vio la luz un álbum en vivo “Live at Widow’s Peak” y ya en 2012 nos apabullan con su trabajo “Greetings From Welp City”, grabado en directo en el estudio y editado por Big Muddy Records. En todos ellos predomina la variedad de estilos e influencias, denotando clara predilección por el rhythm & blues clásico, y el blues más grasiento del Mississippi. Como ellos mismos reconocen, John Lee Hoocker, Howlin’ Wolf, Fred McDowell, Johnny Paycheck, Georges Jones o Merle Haggard han sido paradigmas musicales de cabecera desde sus inicios.


“Chillicothe Fireball” (2013) es su último pepinazo y supone una lógica progresión sobre el anterior de 2012. Incorporan a la saxofonista Kellie Everett, produciéndose un efecto añejo y a la vez jovial en el sonido resultante. Se grabó en vivo en el estudio para intentar capturar la energía que la banda tiene cuando se enfrenta a su público, consiguiendo el objetivo desde mi punto de vista. Es una clase maestra del más puro, crudo, pantanoso y bestial blues americano. Guitarras grasientas, tuba que trae a la memoria el ragtime de Nueva Orleans, una batería salvaje en su sencillez, saxos barítonos, pianos, pedal steel… un sinfín de sorpresas que te trasladan a través de territorios desconocidos con una energía brutal. Pero sobre todo destaca la voz, por su garra y fuerza, escupiendo un trocito de alma en cada verso. Un aullido cavernoso que convierte cada tema en un himno de salón lleno de borrachos felices.


La fama de sus explosivos shows les precede y si nos atenemos a lo escuchado en el último trabajo que traen bajo el brazo, está la cosa como para que hagas planes… Cita más que recomendada y si no me crees, me lo cuentas cuando acabe. Martes 23 de junio en Boite Live.








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