Otra noche para la historia con The Pretty Things. Madrid - 18/11/2017 - Gruta77

Después del conciertazo que se marcaron el pasado año en El Sol, el listón estaba muy alto. Amados por los mejores músicos del planeta, por desgracia para ellos y no para nosotros que podemos disfrutarlos en Salas, los precursores del garage punk a mediados de los 60’s, siguen sin llegar a los medios mayoritarios y las audiencias borreguiles. Cómo he dicho antes, mejor para los que todavía se atreven a pagar una entrada irrisoria por ver a unos dinosaurios de los que se dejan la piel en el escenario. Y es que un concierto de The Pretty Things no es moco de pavo. Dos horas intensas cargadas de rhythm & blues, psicodelia, hard rock y mucho sudor.

Comenzaron la noche Freewheel, grupo del Foro que lleva unos cuantos años descerrajando rock’n’roll por el underground madrileño. Presentaban su nuevo trabajo “Fresh Ice”, editado por Rock Indiana el pasado octubre, y por lo visto sobre las tablas, con canciones hechas para un directo de alto voltaje. Una guitarra que te recuerda el mejor hard rock de los 70’s, acompañada por una base rítmica dinámica y contundente, y una voz sublime, llena de fuerza y acompañada de una puesta en escena a lo más puro Mick Jager. Calentaron al respetable como es debido, y su hora sobre las tablas no cansó a nadie. De hecho, tras su set se podían ver numerosos gestos de aprobación entre el público.
A eso de la una saltaron al escenario de Gruta 77 los primos feos de los Rolling Stones. Con Phil May y Dick Taylor al frente, se sobrecoge el corazón de uno, para el que la bondad y humildad que desprenden, le tiene más que ganado. Comenzaron con algún tema de sus inicios y de su disco “S.F. Sorrow”, psicodelia a cascoporro donde la parte rítmica de la banda (Goerge Woosey – Bajo y Jack Greenwood – Batería) hace que los Pretties suenen válidos hoy en día. Rejuvenecen a la banda, viéndose la implicación total de ambos, llegando a compartir George voces con Phil en algún tema, de una manera más que pasional. 
Durante la primera parte del concierto vi a Phil May más cansado que en su concierto del año pasado, no en vano, un enfisema pulmonar le acompaña desde hace tiempo y de vez en cuando se tiene que meter un chute de Ventolín, pero en cuanto calentó, nos olvidamos que nos encontrábamos ante un señor de 73 años. Lo de su compañero de tropelías a la guitarra sigue siendo de otra galaxia. El señor Dick Taylor, que abandonara a aquellos primigenios Stones por verse desplazado al bajo y porque pensó que eran un poco blandengues, sigue dándole a las seis cuerdas con la rabia, técnica y buen gusto de sus primeros días.

Tras los temas psicodélicos llegó el turno del blues y rhythm & blues del que bebieron en sus orígenes. Dick se pertrechó con una vieja guitarra acústica y un slide, Frank Holland (el otro guitarrista que se incorporó a la banda a finales de los 80’s) cogió la armónica y Phil se encargó de derrochar emoción a través de las versiones que realizaron de Bo Diddley y Robert Johnson. El público enmudeció y se dejó llevar por las orillas del Mississippi. Como guinda, volvieron a los clásicos de los 60’s, “L.S.D.” o “Midnight To Six Man” entre otros, dejando alguna joyita de ese último trabajo The Sweet Pretty Things (Are In Bed Now Of Course)” de 2015 que les tendría que haber reportado una mayor repercusión por lo de discazo que tiene. En el debe, echamos de menos ese gran pildorazo que es “Rosalyn” y quizá alguna tonada del disco “Parachute”, pero en líneas generales presenciamos un grandísimo repertorio en el que nunca bajaron la intensidad.
Después de un bis y casi dos horas de concierto, nos dejaron pensando en la próxima. Porque ver un grupo que es historia viva del rock, que disfruta de su oficio y que reescribe su leyenda noche tras noche, no es baladí. No me cansaré de recomendarlos, a día de hoy, un directo memorable.




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