La banda sonora de Hidalgo. Crónica Band Of Rascals (Canada) e Impostores 12/01/2019 Fun House Madrid

Cuando se intenta escribir sobre algo que desconoces, suele ser recomendable documentarse.
Eso plantea un trabajo de discriminación positiva. Encontrar lo interesante entre el humo y la niebla del invierno mesetario.
Estaba claro. Océanos de fuego, Hidalgo en su denominación original.
El peliculón de Viggo Mortensen, ese actor que ha tomado el relevo de Michael Douglas y Nicolas Cage eligiendo buenos guiones.
Hidalgo, un caballo mesteño español, Viggo y una historia real sobre legendarias carreras de caballos por el desierto. Sufragadas por los apasionados jefes árabes, como en la actualidad sigue pasando en la cultura ecuestre.
Ese final merece la visión de la peli. 
L I B E R T A D 

Ni dios, ni patria ni rey, jeque o secretario monoparental general. 
El camino sin señalización, ni compañía que te condicione o lastre, ni descendiente que te merezca juntar con la purria que excretan el resto de degeneradores de adn cretino.
Pocas normas, pero claras.
La libertad cuesta y duele, asusta. Los nietos de Hidalgo no saben que lo que tienen en Oklahoma es tan exclusivo como las dehesas de bravo. Cuando sobra población para el territorio no hay piedad, por el futuro de una especie. 
Cruel, pero real.

Hay que discriminar eligiendo. Inevitable.
Y perdió el Divisional del territorio mesteño, desde Misuri y Kansas hasta Indiana por donde esos caballos de origen español corrían antes de ser masacrados junto a los bisontes y ser privados de su capacidad para ir donde les placiera pastar.
También tienen equipo, los Colts (potros) de Indianápolis, y a Luck después de obligar al anterior jefe Peyton Frenteancha a abandonar las llanuras para volver a reinar en las lejanas montañas rocosas, justo antes de subir al olimpo de Ohio. 
Pero los jefes asentados junto a la confluencia de los ríos que atraviesan el medio oeste americano adoptaron la parte baja de los centauros ibéricos, a ellos les pertenece la herencia de la bravura del guerrero, después de soportar tanta opresión de mediocres a lomos de caballerías de séptima división comandados por generales arrogantes y grises cual gerente de multinacional.

Así que ahí vamos, después de un voluntarioso grupo de veteranos entusiastas de las versiones, que llenaron el Funhouse de amigos que disfrutaron de su actuación y de lo que vendría después, los hijos de Neil.
Se notaba que la audiencia no era de adolescentes, esos suelen vaciar el garito en cuanto acaban los colegas. Dejando el vacío de su ausencia y la mala educación de la charla intranscendente cuando nos desesperan con su prolongada presencia.

Esta vez no, solo que después de tantos años de crianza de retoños se oxidan un poco las ganas de caña, y no estuviera finos con el set list. Empezar con los Clash invitando a pirarse y seguir con los Ramones era muy punki para tanta falta de entrenamiento orejil.
Pero eficientes para ir calentando tímpanos. 

Tras el correspondiente traspaso de trastos e instrumentos, los de Vancouver no defraudaron, sin llegar al nivel de las referencias evidentes de sus paisanos, Young o Sheepdogs, se nota que han mamado y crecido con esa banda sonora de paisajes atravesados por manadas de caballos salvajes. Hora y media de descarga de virtuosismo instrumental y a veces vocal como en el elegante bis que hicieron a capella entre el murmullo de charleta typical spaniard.

Aunque el alma punkarra me pide recortar dos minutos de cada canción, hay que conocer de donde beben los músicos y en este caso no hay Crazy Horse que sea breve encima de un escenario, con o sin Neil.

En Arrow Head, entre los cánticos más audibles del respetable, siempre habrá sitio para una banda de bribones cabalgando sobre descendientes de Hidalgo…


Joe Wild

Cortesía de Cayetana Alvarez

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